Quizá, no deberías ser emprendedor
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Esta semana tenemos un desafío muy sincero. Quizá, a pesar de todo lo que has escuchado, no deberías ser un emprendedor. Te invitamos a leer nuestro ensayo más reciente y reflexionar sobre tu futuro en este ecosistema.
La versión en inglés de este ensayo se encuentra aquí.
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-José Luis
Lamento decirlo, pero emprender no es para todos. Con ello, no quiero caer en los discursos típicos del ecosistema. Los conocemos a la perfección. Un emprendedor se para frente a un auditorio; dice que el emprendimiento es un desafío impresionante—que no todos deberían intentarlo—, solo para después contar una historia de superación e inspirar a los asistentes con sus anécdotas de triunfo. Siguen aplausos por montón; euforia general. El número de emprendedores aumentó cuando el propósito era asustar.
Quiero, con este ensayo, hacer todo lo opuesto que la tradición. Aquí, lo que sigue, es una cruda y severa realidad que, ojalá, termine matando ambiciones o, mejor dicho, redireccionándolas a un mejor enfoque. Pues emprender, genuinamente, es un reto y hay que establecerlo de lleno. Muy probablemente, no sea para ti. Aún si estás pensando en crear una empresa—aún si ya tienes el primer prototipo—tienes que evaluar, con seriedad, lo que estás haciendo, de dónde vienes y, con mucha mayor importancia, tener claro a dónde vas. Solo al tener estos puntos claros podrás, con la mayor sinceridad, dedicarle tu vida a una empresa la cual, con toda probabilidad, ha de colapsar.
Escribo lo anterior porque, en cuestión de años el ecosistema ha cambiado por completo. Por mucho tiempo, en gran parte por necesidad, la norma ha sido la de buscar, a cómo de lugar, los emprendedores del mañana. Y tiene todo el sentido del mundo. Si vemos, solamente, el caso de México, encontraremos que hace treinta años la palabra «emprendedor» era tan común como «otorrinolaringólogo». Seguramente la habrían escuchado en alguna ocasión o dos, pero no era la norma ver a decenas de estudiantes aspirando a ser otorrinolaringólogos o, peor, emprendedores. Por ello, inspirarlos era crucial. Cuando eran tan pocos los que querían emprender y la ruta tradicional era, sin duda, la favorita, había que endulzar la realidad
Pero ahora, las cosas han cambiado por completo. El emprendimiento ha demostrado su valor a la sociedad y, como resultado, una generación de latinoamericanos aspira a crear el siguiente Rappi o Nu Bank. En todas las universidades de renombre, comienzan a surgir iniciativas para impulsar el emprendimiento con aceleradoras y laboratorios. Lo que antes era un camino escaso, se ha vuelto una avenida de tres carriles, pavimentada y con infinitos postes para alumbrar.
El problema, claro está, es que hicimos tan buen trabajo de vender la idea del emprendedor que, por primera vez, nos encontramos en tierras de abundancia. Ahora, lo que vemos, es que todos aspiran a ser emprendedor. Todos sueñan con el triunfo rotundo que implica crear un unicornio o ver, en las carteras de sus familiares, la tarjeta de la Fintech que recién crearon. Simple y sencillamente, se ha vuelto una moda lo de emprender. Fue tal nuestro marketing que ahora tenemos que cerrar las puertas lentamente.
Probablemente la reacción intuitiva será un muy atinado: «¿cuál es el problema con todo esto?». Si batallamos tanto por crear el ecosistema, ¿no es mejor tener ahora millones de personas que quieran ser parte? Temo, nuevamente, que no. Al menos por tres motivos. Y si eres emprendedor, te ruego, los leas con atención.
El primero es concreto. Como las caras del emprendimiento son, sin duda, las de los fundadores que han triunfado—los que vivieron para contar su historia—, toda advertencia de los riesgos será opacada por el brillante prospecto de triunfo que personifica el emprendedor mismo. Así que, pensemos seriamente lo que implica emprender. Tenemos un deber de hacerlo. No es solo las largas horas en oficinas precarias para crear el producto. Es el sacrificarlo todo—literalmente todo—para que triunfe la idea. Desde amistades hasta romances; empeñar bienes preciados para pagar una semana más de nómina. Tu salud comenzará a verse afectada; quizá hasta se acelera la calvicie. Y aún si lo sacrificas todo—si das la vida entera por tu empresa—bien podrías ser de los millones de emprendedores que quedan en la ruina, cuyas familias sufren profundamente de sus caprichos y cuyo tiempo pudo haberse usado mejor en otros intentos.
Segundo, y anudado a lo anterior, no podemos seguir impulsando el emprendimiento por el mero hecho de querer emprender. Lo que hace tiempo era un puñado de gente queriendo cambiar al mundo se ha vuelto un estilo de vida codiciado; añorado en el triunfo. Quisiera, por ello, erradicar de la faz de la tierra la palabra «emprender» y el oficio de «emprendedor». Sería mucho mejor hablar solo de problemas a resolver y la pasión necesaria para resolverlos. Si estás entrando solo por la aspiración a un día ser David Velez o Simon Borrero, lo mejor sería que te cuestiones el por qué estás aquí. Si realmente se quiere un mandamiento para el ecosistema, basta con que alguien ponga las tabletas de piedra, pues aquí dejo las palabras: El emprendimiento debe ser un medio para un final noble y nunca un final en sí. Ya basta de enamorarnos con las promesas de triunfo y cambio; hay que querer el cambio por sí solo.
Todo esto para llegar a un último punto. Si entiendes, finalmente, lo severo que es el mundo emprendedor y que lo importante es tener un problema a resolver, debes cuestionarte si el cambio, genuinamente, vendrá del emprender. Solo si no existe otra alternativa—si es, genuinamente, el emprendimiento el único sendero—deberás dejarlo todo para ser emprendedor. Pero si ya hay otros caminos a seguir, sería errado recomendar lo contrario. Aunque parece insensato decirlo en un ensayo para el ecosistema, hay que recordarlo hasta el cansancio: No todo es emprender. Hay tantas formas de resolver problemas que merecen, a la par, tu atención.
Si genuinamente, tras leer todo esto, crees que tienes el deber de emprender, cae en tu responsabilidad. Pero no podemos seguir viviendo en un mundo de ilusiones. Emprender es difícil y, antes de hacerlo, te merecías leerlo tan claramente como el español lo permite. Vas a sufrir inmensamente. Vas a perderlo todo antes de ganar. Antes de apostarlo todo, piensa en lo que te va a costar ganar.
Solo así llegaremos al emprendimiento que mejor puede impulsar una sociedad. Ese que no es una elección, es una necesidad para cambiar, profundamente, la realidad. Hay que pensarlo, en todo momento, con ese nivel de severidad.
Si aún así deseas emprender, a pesar de todo lo anterior, entonces genuinamente estarás hecho para este mundo. De ser el caso, como estoy seguro verás muy pronto, habrá decenas de personas listas para apoyarte a través de campos tan desolados. En ese mundo, Nido es, sin duda, tu compañero. Así que, si decides emprender, con todo esto en mente, no dudes en escribirnos.