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Esta semana traemos el primer perfil de una empresa en nuestro portafolio: Mekan, que busca revolucionar el mercado de refacciones en LatAm.
La versión en inglés de este ensayo se encuentra aquí.
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-José Luis (@josesabau)
Como un grupo de mujeres se hizo con el mundo de refacciones
Esto no debería ser así—no tiene por qué serlo—; y, sin embargo, lo es.
Desde que se inventaron los coches, los han dominado los hombres.
Basta con ir a una exposición de autos para ver el control masculino. Viejos de pelo blanco—los que se ganan el título de «veteranos»—, hablan con jóvenes entusiastas sobre bujías o cajas de cambio. Las mujeres están vetadas por estereotipos en la industria. Si las encuentras en el centro de convenciones, están relegadas a ser edecanes, posando con productos y haciéndose fotos con los que pasan por cada estante.
Por eso es que la figura de Camila y Alejandra impacta tanto. Nadie, en este mundo de engranajes, espera que una mujer—o dos, o un equipo entero—, a mitad de la exposición más importante de coches en Colombia, pida precios de llantas y espejos. Menos que sea para suplir a decenas de talleres en todo el país. Pero eso es justo lo que pasó; justo lo que hicieron hace un par de semanas y han hecho por meses hasta la fecha.
Esto es Mekan: una disonancia que busca cambiar el mundo de las autopartes— y una empresa en el NIDO—.
La idea es sencilla. Aunque cada día vemos avances gigantescos en tecnología para coches, el sector de refacciones aún funciona de manera arcaica. Imaginemos, por ejemplo, que se descompuso nuestro mofle. El mecánico, tras ver la avería, determina que debe comprarse uno nuevo. Toma su teléfono y habla a cuatro o cinco contactos para conseguir precios. Luego, con pluma en mano, los anota en una libreta y presenta a su cliente para la decisión final.
Así con cada parte. Con cada coche. Con cada cliente. Múltiples veces por día.
El propósito de Mekan es simplificar este proceso.
Así fue desde un principio. Alejandra, actual CPO y CGO, sabía que el sector automotriz se rehusaba al cambio desde hace ya varios años; su familia, en Colombia, se dedicaba a importar piezas de coches al país, dándole una especie de intuición sobre el problema a temprana edad. Este presentimiento solo aumentaría con los años y el paso de su carrera.
Eventualmente, Alejandra llegó a Kavak—el unicornio mexicano innovando la venta de coches de segunda mano— y la idea detonó. En su tiempo con la empresa, vio que hasta en la cúspide de la innovación automotriz, se batallaba con las refacciones. ¡Eureka! ¡He aquí el problema!
Para entonces, Alejandra ya conocía a Camila, actual CEO, que en su natal Colombia trabajó en dos de las startups más famosas de América Latina: Rappi y NuBank. De hecho, ya tenían la idea de hacer una empresa desde antes. Cuando encontraron la oportunidad detrás de Mekan—y tras varios intentos fallidos—era hora de intentar una vez más.
Teniendo esperanza en el sector automovilístico, Camila tomó un vuelo a Ciudad de México—la sede de Kavak—y junto a Alejandra, comenzó a evaluar el problema.
Se aventuraron a la Colonia Doctores; barrio famoso en la capital por la venta de autopartes. Hablaron con mecánicos y vendedores de refacciones; con toda persona que fuera relevante. Pero, tras solo un par de entrevistas, la necesidad ya era evidente.
De ahí nació Mekan “La Meca de los mecánicos”, tras varias iteraciones. Y así es como funciona:
En principio, usan las mismas herramientas que los talleres ya acostumbraban para pedir refacciones: un teléfono celular. Pero el proceso es mucho más eficiente gracias a un chat de Whatsapp. Ahora, el mecánico—casi siempre él—escribe un mensaje a Mekan con las piezas que necesita. En veinte minutos, se le regresan cotizaciones para todas las refacciones ofreciendo una variedad de calidades y precios. Una vez escogen la parte, Melan la entrega directamente al taller. Ya no hay necesidad de libretas y chats por separado. No se necesitan cientos de cotizaciones. Todo se simplifica a un solo mensaje.
Este es justo el valor que vimos en NIDO, al invertir en Mekan. Una empresa enfocada en un sector desatendido con posibilidad de crecimiento. Mientras que, a la vez, van haciendo que América Latina tenga un mercado más eficiente e innovador.
Pero volvamos a los comienzos. Para ejecutar esta idea, regresaron a Colombia y se metieron a la cumbre de los mecánicos: el Barrio 7 de Agosto. Y regresamos al problema inicial. Aún con un producto útil, perduraba la barrera de género. Un grupo de mujeres—60% de la empresa—vendiendo a talleres dominados por hombres.
O al menos esa es la impresión inicial.
La dinámica cambió cuando se dieron cuenta de un detalle crucial. Podrán quejarse los hombres lo que quieran, pero se necesita de mujeres para que funcione el sector. Pues es cierto, los mecánicos suelen ser hombres; pero en gran cantidad de casos, sus esposas manejan el negocio.
Lentamente se han hecho parte del sector. Las van conociendo.
Quizá el mejor ejemplo es el mismo barrio 7 de agosto, dominado por hombres. Se han ido ganando el respeto de los mecánicos y sus esposas a la par. Ahora, al equipo de Mekan hasta tiene un apodo entre los que ahí viven. Cuando las ven pasar dicen, «¡Ahí vienen las Shakiras!». Y no es por burla. Porque, como explican los mecánicos, el apodo viene de un verso escrito por la cantante colombiana: «las mujeres ya no lloran; las mujeres facturan».
Mekan, a su paso, se ha hecho parte del sector automovilístico. Falta mucho por hacer y, como equipo, están listas para hacerlo. Por ello siempre buscan expandirse; buscar el mejor perfil para la empresa. Ahora, inclusive, cuentan con un tercer miembro fundador: Cristian, que ha agregado un perfil técnico a Mekan y da posibilidades de crecimiento con avances tecnológicos. Hablan de implementar inteligencia artificial para hacer más eficientes las cotizaciones. También piensan en expandir a otros países de América Latina eventualmente.
Pero, de momento, es importante reconocer su mayor triunfo. En un mundo dominado por hombres, Mekan nos recuerda que no debe ser así—no tiene porqué serlo— y, por fortuna, no lo será.
Desde el Nido, escribe José Luis